Alejandra Manjarrez

Hay peces icónicos por su tamaño. Atestiguar su presencia en el mar siempre es motivo de emoción. Si son especies de importancia comercial, encontrarlos resulta también un golpe de suerte para los pescadores. La cherna, como se le conoce a la especie Polyprion americanus en el Caribe mexicano, es un ejemplo de esto: un pez grisáceo con sombras marrones, de mandíbula prominente, que llega a alcanzar los dos metros de longitud y puede pesar hasta poco más de 100 kg. 

Lamentablemente, “cada vez es más raro verlos”, dice de estos peces el Dr. Felipe Eloy Sosa Cordero, investigador del Colegio de la Frontera Sur y especialista en el estudio de pesquerías de la península de Yucatán. “Ahora, cuando un pescador encuentra una cherna es como sacarse la lotería”, añade, tanto por lo difícil que es encontrarse con un ejemplar, como por las ganancias que implica la captura. Una sola cherna puede alcanzar precios de alrededor de hasta diez mil pesos mexicanos, me dice. Se aprovecha todo: cabeza, filete y hasta el buche, es decir, su vejiga natatoria —una botana muy valorada en el Caribe—, añade Sosa Cordero.

Que estos gigantes marinos cada vez tengan menor presencia en las aguas de la península se debe a distintas razones. La principal se atribuye a su sobrepesca. Sin embargo, hay otro fenómeno que está sucediendo en las costas del sureste mexicano que afecta no sólo a chernas, sino a muchos otros peces e invertebrados, productos importantes de la pesca de la región: la pérdida de manglares, esos ecosistemas costeros habitados por árboles leñosos que toleran altas cantidades de sal. Peces como la cherna pasan las etapas tempranas de su vida entre las raíces de estos árboles. Sin esta suerte de bosques costeros, la existencia de muchas especies marinas están amenazadas, además de la pérdida de biodiversidad y conectividad con otros ecosistemas que esto implica. La destrucción de manglares tiene y tendrá un impacto severo en la producción pesquera de la región.  

Infancias marinas bajo la sombra del manglar

El cuidado de las crías en el mundo marino poco se parece a lo que estamos acostumbrados a observar entre los animales con los que más convivimos, como los humanos y otros mamíferos. Machos y hembras de peces coralinos, por ejemplo, buscan pareja y se reproducen en los arrecifes, pero después de liberar el resultado de su frenesí caribeño—sus huevos— es poca la inversión de tiempo que le ponen a sus crías, al menos en comparación con lo que hacen algunos animales terrestres (aunque, como decimos los biólogos, depende de la especie). 

“Los peces [adultos] vienen y desovan en los manglares”, dice Dariel Andrei Correa, maestro en manejo de zona costera y estudiante de doctorado en el Instituto Tecnológico de Chetumal. Los huevos de algunas de estas especies de peces eclosionan y las larvas permanecen una parte de su ciclo de vida ahí, alimentándose y protegiéndose de depredadores. Es hasta que crecen cuando “migran de los manglares hacia los arrecifes de coral”, añade. Ahí pasarán la mayor parte de su vida adulta y buscarán pareja para reproducirse y repetir el ciclo. 

Así, las larvas de los peces, aún vulnerables, tienen que enfrentar las vicisitudes de su entorno: buscar alimento y protegerse de depredadores notoriamente más grandes que ellos. En ese contexto, los nichos que entreteje la vegetación de pastos marinos y manglares son fundamentales para su desarrollo. A estos ecosistemas costeros se les conoce incluso como guarderías o áreas de crianza por ser el hogar de muchos animales marinos durante las primeras etapas de sus vidas. 

La estructura tridimensional de los manglares actúa, en parte, como refugio: el complejo entramado de sus raíces sirve de escondite para las pequeñas larvas y juveniles y no da entrada fácil a peces más grandes que buscan cazarlas. El hecho de que la luz solar tampoco se cuele fácilmente y de que las aguas que rodean estos ecosistemas estén un poco turbias, que complica la faena de los depredadores acuáticos, contribuye también a este papel protector de los manglares, dice la maestra en manejo de zona costera Chloe Brynie Ulanie Rosas, quien actualmente estudia su doctorado en el Instituto Tecnológico de Chetumal.

Por todo esto, que los peces tengan acceso a un manglar incrementa su tasa de supervivencia, principalmente para los más jóvenes; aunque hay también algunos que dependen altamente del manglar incluso en su estado adulto. Un estudio llevado a cabo en el arrecife de Glover, en Belice —no muy lejos de la costa quintanarroense—, comparó la biomasa de peces coralinos, es decir, el peso total de los peces, en corales rodeados por zonas de manglar con la de peces sin acceso a estas “guarderías”¹. La ausencia de manglares en algunas zonas de este arrecife es resultado, principalmente, de la deforestación. La conclusión de los análisis sugiere que los manglares son fundamentales para muchas especies de peces coralinos, muchos de ellos de importancia comercial. La desaparición de manglares ha llevado incluso a la extinción local del pez herbívoro más grande del Atlántico, Scarus guacamaia —de la familia de los peces loro—, de acuerdo con este trabajo. 

Los manglares no sólo sirven como refugio. Ahí, larvas, juveniles, e incluso peces adultos encontrarán alimento. Las hojas de los manglares, al caer al agua, no son digeribles para estos organismos, pero las bacterias que habitan a los pies de los árboles las degradan. Este proceso de descomposición resulta fundamental para que el alimento esté finalmente disponible para peces,  cangrejos y otros animales. Así, además de protección, los manglares son espacios donde una gran diversidad de animales puede nutrirse.  

La pesca en Quintana Roo y su valor económico

Los manglares no son sólo esenciales para el ciclo de vida de los peces, sino también para muchos invertebrados. La langosta, por ejemplo, pasa gran parte de su vida ahí, anclada a las raíces de los mangles, explica Ulanie Rosas. Este crustáceo es además de gran valor comercial para la zona. Es un “producto que se vende y se cotiza muy caro” y, sabemos, “depende altamente del manglar” me cuenta. 

Quintana Roo ocupa el último lugar —entre los estados de México que tienen costa— en producción pesquera a nivel nacional. Sin embargo, “cuando uno hace el análisis del valor de lo que se pesca, de cuánto valen los kilogramos que sacó cada estado” las cosas cambian, dice Sosa Cordero. 

En este estado del sureste mexicano, “hay una tendencia a que la pesca esté alrededor de recursos de alto valor económico” y que muchos de estos recursos se vendan a mejores precios, empezando por la langosta, dice Sosa Cordero. Explica que, por ejemplo, Quintana Roo produce casi lo mismo que Yucatán en cuanto a langosta, pero en el primero, ésta tiene un mejor precio. El turismo podría ser una de las explicaciones detrás de esta variación de precios. Me cuenta que “el mayor comprador de langosta está en Cancún”, que es el que le vende a muchos hoteles y a las grandes cadenas de la región. 

Además de la langosta, otros productos de notable valor económico en el estado son los camarones y peces como los meros y pargos, altamente valorados en la península. La cherna, ese gigante marino que puede casi alcanzar los 10,000 pesos mexicanos, pertenece justamente al grupo de los meros. 

Muchos otros peces, como el robalo y la sierra, juegan además un papel fundamental en términos sociales y de seguridad alimentaria, dice Sosa Cordero. Y una gran parte de ellos, especialmente las que habitan los corales de la región, son también dependientes de los manglares durante las etapas tempranas de su vida. 

Pérdida de manglares: pesca en peligro

Sin embargo, la pérdida de zonas de manglar en todo el mundo —incluyendo Quintana Roo—, además de acarrear otras múltiples consecuencias, amenaza la vida de especies marinas, y por tanto a la pesca de la región. Durante las últimas décadas del siglo XX, la tasa de deforestación de mangle fue inaudita. De acuerdo con datos de la Comisión Nacional para el Conocimiento y Uso de la Biodiversidad (CONABIO), México perdió más de 80,000 hectáreas de manglar entre 1981 y 2005 <sub>2</sub>. Aunque en años recientes se ha visto una tasa decreciente de deforestación, la destrucción de manglares sigue ocurriendo hoy en día. 

En Quintana Roo, concretamente, la tala por uso de suelo es la principal causa de la pérdida de manglares, me explican Ulanie Rosas y Andrei Correa. La construcción de casas y hoteles en la zona costera del estado son una amenaza constante para estos ecosistemas. En 2016, por ejemplo, autoridades municipales y estatales destruyeron 59 hectáreas de manglar en Tajamar, en la costa de Cancún, para la construcción de un proyecto inmobiliario que incluiría un centro comercial —proyecto cancelado en 2019—. “De la noche a la mañana”, se quedaron expuestos garzas, cocodrilos, aves marinas, dice Ulanie Rosas <sub>3</sub>. Y tan sólo hace unos meses, a finales de 2021, ciudadanos y organizaciones locales de la isla Chica de Holbox —que se ha convertido en un famoso destino turístico— denunciaron la tala ilegal de mangle para la construcción de inmuebles <sub>4</sub>, muchos de ellos con fines turísticos <sub>5</sub>.

Además de las múltiples consecuencias de la pérdida de estos ecosistemas —por ejemplo, costas mucho más vulnerables a las tormentas, huracanes, inundaciones y pérdida de biodiversidad— la desaparición de manglares seguramente tiene y tendrá un impacto severo en la producción pesquera de la región. Desafortunadamente, hasta hoy, no hay estudios que lo cuantifiquen en la península de Yucatán. Sin embargo, Sosa Cordero, Ulanie Rosas y Andrei Correa coinciden en que es posible extrapolar estudios en otras regiones del mundo para especular que las pesquerías de Quintana Roo son afectadas también por la desaparición de manglares. En primera estancia, ya vimos que estudios como el del arrecife de Glover, en Belice, indican una relación patente entre la cobertura de manglar y la abundancia de poblaciones de peces, muchos de ellos de importancia comercial. 

El estudio del impacto económico, específicamente, ha sido poco evaluado, pero los limitados estudios que hay señalan que la deforestación de mangle sí puede ser un problema para la producción pesquera. Una investigación en el Golfo de California, publicada en 2008, ofrece evidencia al respecto <sub>6</sub>. En esta región, la destrucción de manglares se ha debido principalmente al desarrollo turístico y a la transformación de zonas de mangle en granjas de camarones. Cuando los autores cuantificaron la producción pesquera y la cobertura de mangle en distintos segmentos de los estados del noroeste de México entre 2001 y 2005, encontraron que las capturas pesqueras se benefician significativamente de la abundancia local de manglares. Además, basándose sólo en la contribución a largo plazo de estos espacios a la producción local de productos pesqueros, los autores especulan que, en un periodo de 30 años, la transformación de cada hectárea de manglar en esa región costaría alrededor de 605,000 dólares estadounidenses a las economías locales. 

A pesar de ser un tema poco estudiado y poco discutido, la evidencia de que la destrucción de manglares tiene un impacto económico severo en la producción pesquera se va acumulando. En Quintana Roo, que es el estado con mayor superficie de manglar en México, esto traerá consecuencias sociales y económicas que aún no podemos cuantificar. Vincular estos ecosistemas con los beneficios sociales que proveen podría, con suerte, reducir las prácticas destructivas hacia ellos, por ejemplo, de algunas ramas del sector turístico, que aunque no lo vean, se benefician enormemente de ellos.


¹  Mumby, P., Edwards, A., Ernesto Arias-González, J. et al. (2004). Mangroves enhance the biomass of coral reef fish communities in the Caribbean. Nature 427, 533–536.
2 Gobierno de México. Extenxión y distribución de manglares. https://www.biodiversidad.gob.mx/monitoreo/smmm/extensionDist 
3 Rivera, K. (2016). Talan 59 hectáreas de manglares en el Malecón Tajamar, Cancún. Agua.org.mx.
4 (2021). Persiste tala ilegal de manglar en área protegida de Holbox. La Jornada.
5 Tamayo, Selene. (2021). Construcción de hotel en Holbox arrasa con zona de manglar. Yucatán a la mano.
6 Aburto-Oropeza, O., Ezcurra, E., Danemann, G., Valdez, V., Murray, J., & Sala, E. (2008). Mangroves in the Gulf of California increase fishery yields. Proceedings of the National Academy of Sciences, 105(30), 10456-10459.